Πέμπτη 12 Απριλίου 2012

Tigres Azules

[ Una famosa página de Blake hace del tigre un fuego que resplandece y an arquetipo eterno del Mal ; prefiero aquella sentencia de Chesterton, que lo define como un símbolo de terrible elegancia. No hay palabras, por lo demás, que puedan ser cifra del tigre, esa forma que desde hace siglos habita la imaginatión de los hombres. Siempre me atrajo el tigre. Sé que me demoraba, de niño, ante cierta jaula del Zoológico: nada me importaban las otras. Juzgaba a las encyclopedias y a los textos de historia natural por los grabados de los tigres. Cuando me fueron revelados los “Jungle Books” me desagradó que Shere Khan, el tigre, fuera el enemigo del héroe. A lo largo del tiempo, ese curioso amor no me abandonó. Sobrevivió a mi paradójica voluntad de ser cazador y las communes vicisitudes humanas. Hasta hace poco –la fecha me parece lejana, pero en realidad no lo es- convinió de un modo tranquilo con mis habituales tareas en la Universidad de Lahore. Soy professor de lógica occidental y oriental y consagro mis domingos a un seminario sobre la obra de Spinoza. Debo agregar que soy escocés;  acaso el amor de los tigres fue el que me trajo de Aberdeen al Punjab. El curso de mi vida ha sido común, pero en los sueños siempre vi tigres. (Ahora los pueblan otras formas.)
Más de una vez he referido estas cosas y ahora me parecen ajenas. Las dejo, sin embargo, ya que las exige mi confesión.]